Raúl Sendic

Ahora un fantasma recorre América: el fantasma de la guerrilla subversiva. ¿Alguien lo duda? Ahí está como prueba lo que nos pasó cuando con Anacleto Silveira y Ramón Pedroso, “invadimos” la República Argentina el fatídico 13 de diciembre de1964.

Habíamos caminado todo ese día en la costa oriental del río Uruguay por “nuestros” campos de Silva y Rosas. Viendo estos montes y riberas, uno no encuentra tan disparatado el argumento de las señoritas Silva y Rosas, cuando dicen que quieren conservar este vasto territorio en su primitiva forma agreste e incultivada para que pueda servir de parque o enorme museo de lo que fue la antigua estancia cimarrona. Allí, en efecto, todavía subsisten los interminables pajonales donde la paja brava se trenza con la “uña de gato” formando una barrera infranqueable; allí el monte inmenso; allí el pantano de varios quilómetros, cubierto por arbustos que no permiten avanzar un metro, paraíso de nutrias, garzas y carpinteros; allí el clarón inesperado de la apacible laguna bordeada de sauces, donde descansan miles de patos, cigüeñas y algún chajá. Y por todo el largo margen, el río Uruguay en su tramo más pintoresco, sembrado de islotes y atravesado por cascadas cuyo estruendo se oye desde varios quilómetros.